jueves, 9 de junio de 2011

VAYA UN LIO CON LA BIOGRAFÍA

Los miembros de la Real Academia de la Historia, antes y después de cada junta general, se encomiendan a Dios. "Que el Espíritu Santo ilumine con su gracia nuestra inteligencia y nuestro corazón", es la oración que precede el inicio de las sesiones de los viernes. El breve rezo en latín es una herencia que la institución no ha desterrado de sus rituales. No es el único lastre que arrastra del pasado: otras son la presencia de un arzobispo (en la actualidad, monseñor Antonio Cañizares), el escaso número de mujeres, la hegemonía centralista (apenas hay académicos de la periferia), el predominio de especialistas en tiempos gloriosos de reyes y conquistadores y algunas funciones anacrónicas, como la de censor. Este cargo, que ahora desempeña el decano de la Real Academia de la Historia, Carlos Seco Serrano, parece simbólico en la práctica, pero podría no serlo. Todos los discursos de ingreso, recepción y contestación de los nuevos académicos son supervisados por él.

"Es necesario que se dé entrada a otras generaciones", según F. Marías.

Al igual que ocurre en la RAE, tiene que ser una terna de académicos los que defiendan la conveniencia de postular a un candidato. Los últimos electos han sido el arabista Serafín Fanjul y Fernando Marías, historiador del Arte. Con anterioridad, lo fue Luis Alberto de Cuenca. "Funciona como un club sumamemente restringido, por cooptación. Prefiero el sistema británico, más competitivo y abierto", sostiene Ángel Viñas.

Aunque la RAE y la RAH nacieron en el mismo siglo, el XVIII, empujadas por el mismo soplo de aire ilustrador y con similares prácticas, en los últimos años se han ido diferenciando en algunos aspectos. En la reforma de sus estatutos, la RAE aprovechó para suprimir los cargos vitalicios. La RAH, por el contrario, ha decidido mantener los de secretario, anticuario y bibliotecario como perpetuos, algo que no ocurre con la figura del director.

La institución histórica nació bajo los auspicios de Felipe V. En la cédula real de 1735 se animaba ya a realizar un diccionario que ayudase a aclarar "la importante verdad de los sucesos, desterrando las fábulas introducidas por la ignorancia o por la malicia, conduciendo al conocimiento de muchas cosas que oscureció la antigüedad o tiene sepultado el descuido".

Ha costado casi tres siglos la tarea, pero algunos aspectos relacionados con la historia más reciente no brillan por su esmero en establecer hechos objetivos. "Si un admirador de un autor polémico hace su biografía, como el caso de Luis Suárez Fernández y Franco, siempre tendremos textos casi hagiográficos o muy benévolos hacia su gestión y conducta", señala el historiador Enrique Moradiellos. La fallida elección de algunos biógrafos es una de las razones de la controversia que ha generado el Diccionario Biográfico Español, pero el origen entronca con la propia composición de la RAH, donde no están representados especialistas en la historia más reciente.

La comisión de Historia Contemporánea de la Academia -que por extensión se ocupó de supervisar contenidos del Diccionario- está formada por Miguel Artola (respetadísimo historiador del siglo XIX), Vicente Palacio (colaborador de autores vinculados al franquismo como Ricardo de la Cierva y biógrafo del Rey), Miguel Ángel Ochoa Brun (historiador de la diplomacia y la política exterior) y Carlos Seco Serrano (autor de una vasta obra sobre Alfonso XIII y Eduardo Dato).

Incluso su director, Gonzalo Anes, acepta que la renovación generacional y la entrada de mujeres y expertos en temas contemporáneos son asuntos pendientes. "Con el tiempo desaparecerá esta desigualdad", asegura. Aunque hay académicos que, como el arabista Juan Vernet, son partidarios de que la Academia admita más mujeres pero siga fiel a sus tradiciones -"Yo no tocaría nada"-, los más jóvenes son conscientes de que la renovación es inevitable. "Todas las instituciones deben renovarse. Es lógico y necesario que se dé entrada a otras generaciones", afirma Fernando Marías, que, con toda la cautela, sugiere que algunas de las entradas del diccionario que se preveían polémicas "tal vez deberían haber sido controladas por la institución y no dejar la responsabilidad a autores singulares". Como es partidario de "aplicar la exigencia científica a la disciplina histórica", intuye que se creará una comisión, interna y externa, para revisar los posibles errores". Una corrección que según el propio Anes se pondrá en marcha desde la versión digital de la obra.

Tan cauto como su colega, el poeta y filólogo Luis Alberto de Cuenca reconoce que "la edad media de la academia es alta", pero matiza: "Hay gente valiosísima que teniendo mucha edad son pilares de la historiografía española". Ambos coinciden en que la renovación de la Academia debe pasar también por la incorporación de más mujeres. "Es una de las asignaturas pendientes y hay historiadoras estupendas", dice De Cuenca. Ninguno, sin embargo, es partidario de establecer cuotas. "La mujer debe tener una presencia obligatoria, pero natural", afirma Fernando Marías. "No creo que las cuotas ayuden a la dignidad femenina. En política es normal porque hablamos de los representantes de la ciudadanía y las mujeres son aproximadamente el 50%, pero las academias no representan a nadie". Fundada en 1738, hubo que esperar a 1935 para que ingresara en ella una mujer: Mercedes Gaibrois. La siguiente en hacerlo fue, en 1991, Carmen Iglesias, a la que seguirían, hasta hoy, solo dos historiadoras más: Josefina Gómez Mendoza, en 2003 y Carmen Sanz Ayán, en 2006.



Después del revuelo que se ha formado cuando se ha publicado esta obra llego a la conclusión de que nuestro tan progresita gobierno o bien desconoce cómo funcionan algunas instituciones (que luego subvenciona aunque incumplan todas la Leyes de igualdad, paridad, democracia, etc que él se encarga de aprobar para nuestro bienestar), o bien sólo le interesa la historia de nuestro país desde el año 1936 hasta 1978. Supongo que el resto de la obra y de las biografías es todo un acierto o que en España ya estamos otra vez con la "Memoria Histérica".

3 comentarios:

  1. Pues yo la liquidaba de un plumazo.

    Ya que estamos con el tema de los recortes, yo me cargaría esta institución que sirve de poco, más bien sólo se usa para montar broncas. Y muchas veces pra dividir.

    El estado no puede subvencionar todo.

    Que los historiadores hagan la historia desde su casita o desde la universidad...

    Y luego con el paso del tiempo, pervivirá lo que tenga que pervivir.

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  2. Argumentando, te voy a poner la opinión de 2 personas que no son nada sospechosas.

    Savater , destacado defensor de la libertad y luchador contra ETA. Y Vargas LLosa, un intelectual, que no es precisamente de izquierdas:

    - Fernando Savater (escritor y filósofo). "Me ha dejado atónito que todavía se estén discutiendo estas cosas. Y eso que, desde el País Vasco, estoy acostumbrado a ver cómo se manipula el pasado. El problema es que, si no de los políticos y periodistas, uno esperaría mayor rigor de los historiadores. También me pregunto qué hubiera pasado si la manipulación hubiera sido de orden inverso, o sea, desde la izquierda. ¿Hubiera habido la misma reacción? Con todo, no me preocupan esos 50 tomos, que irán a muy pocas estanterías. Me preocupan más los libros de bachillerato, en los que se da una visión sesgada sobre la Guerra Civil o la Constitución en el País Vasco o Cataluña. Son versiones pintorescas pero muy peligrosas porque no hay nada que las contrarreste y porque son la primera impresión -y a veces la última- que va a recibir gente con poca formación"

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    - Mario Vargas Llosa (escritor, Premio Nobel). "Lo que ha ocurrido con la Real Academia de la Historia es una auténtica vergüenza, sobre todo en lo que se refiere a la biografía sobre Franco. No se puede admitir esto a estas alturas. Y aún menos se puede tolerar que esto se pague con dinero público".
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    LO DICHO ¡¡ A TOMAR POR CULO LA DICHOSA ACADEMIA !!

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  3. Yo estoy de acuerdo contigo, Octavio, este tipo de instituciones deberían desaparecer, si se pagan con dinero público. Pienso que es muy difícil escribir la Historia desde un punto de vista objetivo, cada uno cuenta la película como le viene mejor.

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