viernes, 16 de marzo de 2012

La cultura va de mal en peor

Algunas de las abundantes e incesantes dudas sobre el futuro del Festival de Teatro de Mérida, especializado en textos grecolatinos desde que lo inauguró Margarita Xirgu en 1933, se van despejando poco a poco.

El festival tiene ya sobre la mesa un plan de viabilidad cuya principal misión será hacer frente a las obligaciones financieras de ediciones anteriores (el déficit de la muestra es ahora mismo de más de 3,5 millones de euros) y a la programación de la próxima. Ahora mismo, todas las posibilidades apuntan a que la Junta de Extremadura pondrá en manos de productores privados la dirección de la muestra, que ya tiene nuevo gerente, Pedro Blanco. Un hombre que trabajará codo con codo con la nueva dirección. El próximo día 26 se sabrá si esta recae en el productor y empresario Enrique Salaverría o en su colega y competidor Jesús Cimarro.

Entonces seguirán despejándose las dudas, que, dicho sea de paso, han llenado de nubes el cielo de un festival imprescindible en la escena española. El pasado verano, las directoras de la muestra (la actriz Blanca Portillo y la productora Chusa Martín) denunciaron irregularidades en la gestión de la misma, y anunciaron que se irían al finalizar la edición. Ese gesto también se vio provocado por las presiones recibidas para que retirara una foto de la exposición Camerinos, del fotógrafo Sergio Parra, en la que se veía al actor Asier Etxeandia tapándose los genitales con una postal del cuadro de Velázquez El Cristo.

Además, el certamen tendrá que afrontar la denuncia de 70 profesionales no pagados en el festival en el que trabajaron. Hoy mismo firmarán ante notario un documento para que un abogado les pueda representar conjuntamente en la demanda que se presentará el próximo jueves 22.

El plan de viabilidad establece las claves para responder a las obligaciones financieras de ediciones anteriores y a la programación de la próxima edición. Con esta medida se pretende que haya un antes y un después del certamen y para ello, se ha trabajado en una triple estrategia: económica, jurídica y artística.

La consejera de Educación y Cultura de la Junta de Extremadura, Trinidad Nogales, ha dejado claro que no se puede abordar una nueva edición sin tener una base sólida en la gestión del mismo. En este sentido, Nogales ha lamentado que a pesar de que la catastrófica situación económica del Festival era “un secreto a voces”, hasta la llegada del nuevo equipo de gobierno no se haya trabajado para buscar una solución global.

En su intervención de ayer, la consejera estuvo acompañada por el nuevo gerente del Festival, Pedro Blanco, quien informó sobre el establecimiento de un plan financiero con el que cumplir el doble objetivo de saneamiento económico y programación de la próxima edición, y hacer frente a los 3.558.078,54 euros de déficit hasta el año 2011.

A partir de ahora, aseguró Blanco, “la contabilidad del Festival estará sujeta a presupuesto y a la ley, lo cual no se ha hecho hasta ahora”. Los nuevos presupuestos del Festival se realizarán con partidas de gasto delimitadas para evitar el déficit, y bajo la premisa de no presupuestar más de lo que se puede ingresar. Los pasos planteados por el gerente pasan por cuantificar las obligaciones reales pendientes, aquellas de las que conste documentación, realización y falta de pago.

También se informó de que hay procesos judiciales abiertos y de que en la actualidad se investigan los cuatro últimos ejercicios, por lo que la dirección del Festival firmará un convenio con los Servicios Jurídicos del Gobierno de Extremadura, para ahorrar costes judiciales.
http://cultura.elpais.com/cultura/2012/03/15/actualidad/1331843619_558985.html

jueves, 15 de marzo de 2012

Adios a la enciclopedia Britannica en papel

Sin aviso previo, el martes cayó un icono. El adiós de la Enciclopedia Británica a su versión impresa entierra una trayectoria de 244 años y visualiza el futuro de sopetón: el saber con mayúsculas emigra a Internet. La defunción del papel ha zarandeado el mundo de la cultura, sensible como pocos a la caída de símbolos. La Británica, nacida en Edimburgo en 1768 y editada en Estados Unidos desde 1902, encarnaba el afán por aprehender el conocimiento universal, que arrancó de la Ilustración francesa.

Sucesivas ediciones contribuyeron a agrandar la aureola de rigor de la obra, nutrida por grandes especialistas y redactada con un estilo narrativo que encandiló a Borges. Entre los autores que colaboraron con ella figuran Sigmund Freud, Albert Einstein o Marie Curie. Como ocurre a menudo con los símbolos en el proceso de construcción, en estos dos siglos y medio la Enciclopedia Británica se fue rodeando de legendarias anécdotas: sirvió de combustible salvador a Ernest Shackleton —se cuenta que llevó un volumen a la Antártida a principios del XX y que se calentó quemando una a una sus páginas—; el autor estadounidense A. J. Jacobs intentó emular al autor de El Aleph y leerse los 32 tomos para escribir su libro El sabelotodo. Tras conocer el cierre del papel, se declaró “compungido”. Como otros lectores, apreciaba la idea de que “todo el conocimiento del mundo podía guardarse en esos tomos”.

La empresa editora de lo que tantos expertos consideran el más solvente compendio enciclopédico del mundo pertenece al millonario suizo Jacqui Safra desde 1996. Sus últimas versiones, señala José Antonio Millán, que daba por descontada la supresión de la versión impresa, “ya no tenían nada que ver con lo que leyó Borges”. “Era un cierre anunciado, la cuestión era cuándo. Por mucho que podamos lamentarlo, es una decisión lógica. Las enciclopedias fueron el primer producto editorial que sufrió los embates digitales”, añade.

Millán cita la Enciclopedia Británica como el gran referente del mundo anglosajón, y la Espasa, del hispano. “El negocio de ambas en los últimos años estaba sobre todo en las instituciones, que iban comprando los apéndices anuales”, sostiene Millán, quien destaca que la esencia de la enciclopedia es idónea para el mundo virtual: “Son obras digitales por su propia naturaleza”.

Durante décadas, las enciclopedias eran algo más que una colección de libros. A Juan José Millás le fascinaba la Espasa que había comprado su padre en 1917. Le convirtió en un lector borgiano. “Era una perfecta representación del mundo, pero también un mundo en sí misma”. Millás le dedicó un ensayo a esa enciclopedia que se lo sabía todo para celebrar su centenario en 2005. Espasa había comenzado a editarse en fascículos en 1905, aunque su primer tomo se publicó tres años después. Los 72 libros del cuerpo central (el apéndice sumaba otros diez) tardaron 22 años en completarse (1908-1930). Ahora en manos del Grupo Planeta, la enciclopedia sigue editándose en papel y dispone de una versión digital que permite a los compradores de los libros impresos actualizarse de forma permanente gracias a un código propio. “Es un mercado cada vez más pequeño pero seguimos vendiendo enciclopedias en papel”, señalan fuentes de Planeta, que también edita la Gran Enciclopedia de Planeta. El grupo está volcando ambas obras hacia las escuelas para que los profesores accedan a contenidos digitales “con la misma calidad y solvencia que las de la enciclopedia”.