Pues no se si será para tanto pero nevar, ha nevado en Extremadura
jueves, 28 de febrero de 2013
martes, 12 de febrero de 2013
Saber decir "no" es difícil pero necesario
Sin apenas darse cuenta, y sin mala intención, los padres
cometen el error de complacer a sus hijos en la mayoría de sus
peticiones: «Mamá, quiero ver dibujos», «papá, no quiero este bocadillo
de chorizo, lo quiero de queso», «hoy no me quiero bañar», «mamá, hoy
tú no me das el biberón, me lo da papá»... Total, son aparentemente
pequeños detalles con los que así se evita escuchar sus lloros y
rabietas, y se logra una convivencia más tranquila en en hogar.
Sin embargo, acceder a todas sus peticiones —aunque nos parezcan
poco significativas— tiene más importancia en su desarrollo de lo que,
en principio, pueda parecer. Los expertos en psicología lo tienen
claro: no frustrar a nuestros hijos es malcriarlos, convertirlos en
unos consentidos.
María Jesús Álava Reyes, directora del Centro de
Psicología Álava Reyes, no puede entender cómo actualmente hay aún
pediatras que aconsejan a los padres que den de comer y dejen dormir a
sus bebés «a demanda». Asegura que, de esta manera, están acostumbrando
a su hijo a que cada vez que llora los padres vayan corriendo a
satisfacer sus deseos, de manera que dos adultos se convierten poco a poco en esclavos de un bebé de meses.
Demandas en aumento
No cabe duda de que negar a un hijo aquello que desea en cada momento no es de agrado para nadie. «Sin embargo, la frustración debe formar parte del aprendizaje general del niño —apunta Sergi Banús, psicólogo clínico infantil y director de psicodiagnósis.es—. Sobre todo entre los dos y cuatro años, que es la franja de edad de mayores rabietas».
Los padres deben tener en cuenta que si siempre hacen lo
que el niño quiere están fomentando que en el futuro sea una persona
intolerante, y no sabrá lo que es esforzarse para lograr algo.
Además, el nivel de demanda irá en aumento según avance en edad y
«de la piruleta pasará al iPad, la moto, una semana en la nieve... Si
no lo consigue, su grado de frustración será tan grande que llegará a ser agresivo porque
no ha aprendido a manejar sus frustraciones ni sus emociones, y no
conoce otra forma de lograr sus objetivos. Por ello, estamos
contribuyendo a que nuestros hijos sean adolescentes deprimidos»,
apunta Sergi Banús.
Cada vez que un niño es mimado para evitarle que «sufra»,
«se le está condenando», matiza Cristina García, terapeuta infantil y
fundadora de Edúkame. «En vez de usar su potencialidad para crecer, la
usa para controlar a los adultos. Hemos de ser conscientes de que al consentir no les estamos ayudando a crecer, simplemente
les damos demasiadas cosas. Lo bueno para su desarrollo es que
encuentren sus propios recursos, se esfuercen en buscar alternativas,
conozcan mejor sus fuerzas, miren hacia dentro de sí mismos y sepan qué
pueden hacer».
«Tenerlo todo —añade Alfonso Ladrón, psicólogo clínico
infantil del servicio de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos—
les genera además mucha ansiedad porque, en el caso de, por ejemplo,
ser juguetes, no tienen tiempo suficiente para jugar con todos ellos, y
se pierden ante la abundancia. La frustración es un entrenamiento imprescindible
para saber desenvolverse porque para vivir en sociedad hay que saber
aceptar las renuncias. Los padres deben acostumbrarles a ello poco a
poco».
Aprender a reaccionar
Alfonso Ladrón reconoce que recibe en consulta a muchos
padres preocupados por tener hijos consentidos. Sin embargo, algunos
piensan que «para qué negarles ahora las cosas, argumentan que ya
tendrán tiempo a que otros se las nieguen cuando sean mayores. Esta
postura es un acto muy egoísta porque no están aportando la mejor
educación a su hijo. Yo les pongo el ejemplo de las matemáticas. Según
sus argumentos, para qué enseñárselas de pequeños, ya las aprenderán de
mayores. Sin embargo, para aprender a dividir, primero hay que saber
sumar, restar, multiplicar... Pues con la frustración ocurre lo mismo, hay que aprender a reaccionar ante ella desde bien pequeños,
porque si no el día de mañana en el colegio o en su trabajo no sabrán
aceptar un no por respuesta y estarán perdidos como personas».
Pero ¿cómo se trabaja la frustración para evitar unos niños malcriados?
Cuando exista un motivo de conflicto como, por ejemplo,
que quiera un juguete que no le damos y provoque una gran rabieta, lo
mejor es mostrarse tranquilos. «Hay que estar serenos y aguantar su berrinche
y nunca intentar razonar con ellos. Si, por el contrario, nos ponemos
nerviosos y le gritamos nos pondremos a su altura y tendrá la
percepción de que es capaz de manipular a sus padres a su antojo»,
explica Sergi Banús.
Añade que los niños aprenden de lo que ven hacer a sus padres,
«por eso, también es positivo que nos vean tolerantes ante nuestras
propias frustraciones». Es decir, que si hemos tenido un mal día en la
oficina, no es conveniente que nos vean gritando y furiosos hablando
contra el jefe, o si se nos cae un plato que montemos una escena. Hay
que ser coherentes con lo que le pedimos. Si el niño ve que sus padres
se alteran entrará también en esa dinámica de no aceptar cualquier
contratiempo, o hacerlo de forma rabiosa.
Cuando el pequeño no acepta un no, «monta un teatro en el
que busca espectadores. Si percibe que no lo consigue, dejará de actuar
así. Pero si al final se sale con la suya, la próxima vez que quiera
algo actuará de la misma manera o con un berrinche mayor», explica
Banús.
¿Por qué no les frustramos?
«Es importante —añade Susana de Cruylles, psicóloga
clínica y coordinadora del programa para padres del Hospital
Universitario Príncipe de Asturias— ignorarles por completo y tener la paciencia suficiente
para aguantar el enfado, la posterior pataleta y el tiempo que le
cuesta al niño asumir su frustración al no conseguir lo que desea.
Resulta esencial que los dos padres se muestren de acuerdo delante del
niño a la hora de negarle algo y que nunca discutan las decisiones
tomadas delante del pequeño. Si se muestran inseguros o
contradictorios, el niño se verá reforzado en su conducta e insistirá
en su intento de convencer a una de las partes».
El motivo principal por el que no frustramos es, en primer lugar,
la falta de tiempo. Por lo general, el padre y la madre trabajan y hay
menos tiempo para estar con los hijos y, como compensación a este vacío
—y a veces sentimiento de culpabilidad—, se les premia con aquello que
piden. Además, ya que estamos poco tiempo juntos, mejor que sea en un
ambiente tranquilo, por lo que es más cómodo darles aquello que quieren
para que se callen. Tampoco hay que obviar que cada vez hay más padres
separados o hijos que están con los abuelos y que les colman de
caprichos.
En otros casos, es porque los progenitores entienden que
sus hijos deben tener todo aquello que ellos no pudieron tener de
pequeños.
Para no sentirse mal
Lo primero que deben pensar los padres es que, aunque nos
duela negarles sus deseos, estamos trabajando para fortalecer su
desarrollo como persona para que tenga un futuro mejor. Le estamos
enseñando a esforzarse y ser tolerante ante un «no», lo que le ayudará
muy positivamente a no bloquearse y a manejar sus emociones
correctamente en sus próximas relaciones sociales, en sus estudios y,
sobre todo, en su trayectoria profesional.
http://www.abc.es/familia-padres-hijos/20130211/abci-peligros-ninos-consentidos-201302081113.html
viernes, 1 de febrero de 2013
LOS 20 ERRORES MÁS VULGARES DE LA LENGUA
José Antonio Pascual, vicedirrector de la Real Academia Española,
publica «No es lo mismo ostentoso que ostentóreo. La azarosa vida de
las palabras» (Espasa) para contribuir, desde la ironía y el buen
humor, a una mejor comprensión de algunas palabras del español en cuyo
uso tropezamos una, dos, tres, cuatro, cinco... e infinidad de veces.
«La lengua no es una enemiga a la que debamos combatir», plantea el
especialista. Ofrecemos una veintena de ejemplos de los errores más
comunes.
1. Pifia/picia
«A causa de una confusión entre dos sonidos, tenemos hoy en español dos palabras: pifia y picia.
El verbo pifiar, que en principio significaba “hacer que se oiga
demasiado el soplo del que toca la flauta”, desarrolló un sentido
“fallar”, que se ve bien en: “La ha pifiado”, aplicado, por ejemplo, al
tenista que ha fallado una jugada. De este verbo se ha derivado el
sustantivo pifia “error, desacierto”. De pifia se ha terminando creando
una picia en determinadas regiones españolas, por esa confusión vulgar que lleva a algunas personas a pronunciar celpa por felpa, o celipe por felipe».
2. Líbido/livido
«Lo he oído a varias personas cultas que hablan francamente bien: se trata del empleo de la líbido, acentuada así, en lugar de la libido
que le corresponde, porque, tratándose de una palabra que no es de uso
corriente, se contamina por el adjetivo lívido, que tampoco es una voz
que empleemos a menudo».
3. Enjugar/enjuagar
«He oído también cruzársele a alguien enjugar una deuda con enjuagarla, con el consiguiente pitorreo de sus amigos. Las neuronas del equivocado,
que era además filólogo, no se habían movido -permítaseme que lo
explique así- a la velocidad suficiente para darse cuenta de que
enjugar procede de un latín ex-sucare (sacar el jugo), que es como si
dijéramos que a uno le exprimen cuando se ve obligado a pagar una
deuda. Tengo la
impresión de que los bancos prefieren que enjuguemos nuestras deudas,
es decir, que las saquemos, a que les lavemos la cara (a las deudas, claro está), haciendo como que las pagamos».
4. Formica/fornica
«Formica,
marca registrada que se refiere a un conglomerado de madera, que un
carpintero al que encargué el arreglo de un mueble cambiaba en fornica porque se veía interferido por el verbo fornicar, poco usado, pero que él había aprendido cuando le enseñaron los mandamientos de la ley de Dios».
5. Destornillarse/desternillarse
¿No habrá oído el curioso lector alguna vez destornillarse de risa por desternillarse?,
en una imagen en que se piensa que de tanto reírse a una persona se le
salen los tornillos, en lugar de relacionarlo con la ternilla. Supone
el vicedirector de la Real Academia Española que tantas veces como
habrá visto escrito en la prensa el Naranjo de Bulnes, en lugar del Naranco de Bulnes.
6. Cinecólogo/ginecólogo
En el ámbito médico, se confunde cinecólogo por ginecólogo; espinal del rosal por espina dorsal;
dolor asiático por dolor asmático; algún paisaje le comunica al galeno
que le han cambiado los oprimidos «comprimidos» por unos opositorios
«supositorios»; o que en urgencias les hicieron un escarnio de la cabeza, o un escaño, por un escáner.
7. Inflamación/inflación
«Hemos de andarnos con cuidado, sobre todo si tratamos de ponernos estupendos, lo que facilita, por ejemplo, emplear inflamación por inflación, error con que Juan Carlos Onetti -”es la inflamación y a todos perjudica”- caracteriza a un grupo de hablantes de medio pelo», anota José Antonio Pascual.
8. Brete/membrete
«Para practicar se ha de contar con el apoyo de maestros
que no se rían solo al oír que a alguien lo han puesto en un membrete,
sino que se hubieran decidido a explicar, antes de que surgiera el
disparate, que el brete es el cepo con el que se trababan las manos o los pies de una persona para que no se pudiera escapar».
9. Coreografía/ecografía
Una contaminación no tiene por qué estar originada por una
equivocación, sino que puede deberse a la intención del hablante o
escribiente de ser expresivo, Cita así José Antonio Pascual a Fernando Navarro,
de quien toma prestados en su libro unos cuantos ejemplos sobre
equivocaciones de los enfermos cuando se sirven de términos médicos,
añade otros que proceden de la jerga de los propios profesionales de la
medicina, pues curar a la gente no exige perder el sentido del humor. A
eso contribuye utilizar lo que, si no se hubiera creado en broma, sería
un disparate: pederastas (por pediatras), ginecópatas (por ginecólogos), linternistas (por internistas).
10. Ostentoso/ostentóreo
«Si tomamos en consideracón contaminaciones como las
anteriores no debería sorprendernos que una persona mezclara los
adjetivos ostentoso y estentóreo, manteniendo el significado del
primero: “que hace ostentación” (derivado de ostentar); no era
ostentoso una palabra rara, a diferencia de la otra, desconocida para
la mayor parte de la gente, que se trata de una voz exclusivamente
literaria, creada en el Barroco como una derivación adjetiva de Esténtor, un personaje de La Ilíada, cuya voz era tan fuerte como la de cincuenta personas juntas. Ortega y Gasset fue más lejos, adoptando como sustantivo el nombre del héroe griego: “Un ujier, con voz de esténtor...”
En esas condiciones, abunda José Antonio Pascual, se entiende «que aquel dicharachero personaje Jesús Gil y Gil,
que tuvimos que padecer tiempo atrás en nuestro país, pudiera
equivocarse y contaminar ostentoso por estentóreo creando un engendro
del que se han mofado los periodistas como, por ejemplo, Francisco Umbral
proponiendo de coña la introducción de este “hermoso vocablo” en el
diccionario. Pensemos qué habría ocurrido si en una novela de un
escritor de prestigio un personaje muy pagado de sí mismo apareciese en
escena hablando muy alto, en una forma como la siguiente: “Don
Tertuliano, con su ostentórea presencia...” Un lector culto
reaccionaría, a mi juicio, muy bien ante esta forma tan expresiva de
presentar al personaje, sobre todo si cae en la cuenta de que el
ejemplo procede de una obra de Juan Benet, escrita creo que con
antelación a la equivocación del Sr. Gil y Gil y sin ninguna relación
con ella, desvela el vicedirrector de la RAE.
«La azarosa vida de las palabras», editado por Espasa,
convoca la pasión de José Antonio Pascual por la lengua española y
también «es fruto de una tristeza: la muerte de mi hermana Carmina, con
la que, a lo largo de muchos veranos junto al mar, hablábamos de dudas
y errores lingüísticos, y los anotaba en fichas».
11. Escuchar/oír
Este paladín del idioma se detiene en otro que cometen muchísimas personas: utilizar «escuchar» con el significado de «oír».
Es tan frecuente que caen en ello escritores como Vargas Llosa,
Benedetti, Ricardo Piglia, Pérez-Reverte, Miguel Delibes, Juan Marsé,
Rosa Montero o Manuel Vicent, y el libro contiene ejemplos de todos
ellos.
12. Mirar/ver
Idéntico error que los autores que confunden mirar y ver: «Mirando llover por los vidrios», escribe Piglia.
13. Detentar/retener
Detentar es otro verbo que induce a error. Significa «retener
y ejercer ilegítimanente algún poder o cargo público», y no se puede
decir por tanto «detentar una cátedra». El error está tan extendido que
Pascual pide que se incluya en el diccionario el significado que le da
ya tanta gente.
14. Pavés/pavesa
Hay escritores de primera fila -«son humanos también», dice José Antonio Pascual-, fieramente humanos, que confunden pavés (un escudo) con pavesa (partículas ardientes que se desprenden de un fuego); égida (un tipo de escudo con que se representa a Júpiter) con «hégira», la era de los musulmanes.
15. Recordar/despertar
En «La azarosa vida de las palabras» a las que mete el
bisturí José Antonio Pascual el curioso lector comprobará que
«recordar» es sinónimo de «despertar», y de ahí el comienzo de las Coplas a la muerte de su padre,
de Jorge Manrique: «Recuerde el alma dormida,/ avive el seso y
despierte». Ese «recordar» por despertar se oye hoy en algunos pueblos
españoles y americanos, y está en Borges («Hubiera preferido recordarse
con el sol ya bien alto»).
16. Aderezar/enderezar
Hoy se «adereza» una ensalada, pero en el Quijote se podía
«aderezar» una lanza que estuviera estropeada, o «aderezar» a un niño
para que saliese presentable a la calle, comenta el experto Pascual.
17. Avieso/malo
Curiosa evolución de la de «avieso», que procede del latín «aversus» (desviado, apartado, torcido) y ese desvío es el que explica que hoy signifique «malo».
O la del adjetivo «ejido» (el terreno que está a la salida del pueblo)
cuando adquiere el significado de «loco», es decir «el que está fuera
de sí mismo». El verbo «divertir» significaba «apartar» y «apartarse»,
como el latín «divertere», y ese es el sentido que tiene cuando, en el
ámbito de la guerra, se dice que hubo «una acción de diversión hacia el
enemigo».
18. Atesorar cualidades/desgracias
La definición de la palabra atesorar es reunir. Se puede
combinar con cualidades, nunca con desgracias. Los hablantes llegan a
olvidar esta constricción, en palabras de José Antonio Pascual, que
origina el contexto en casos como «El cúmulo de desgracias que atesora
este año el Osasuna».
19. Acarrear daño/felicidad
Algunos verbos de la lengua española han perdido el rasgo negativo o positivo que tuvieran, aunque hay «combinaciones imposibles», explica José Antonio Pascual, como «sufrir mejoras» o «conseguir derrotas», y tampoco conviene olvidar que se acarrea daño, no felicidad, y se propina una paliza, pero nunca aplausos.
20. Contraer enfermedad/méritos
Hablando de propinarle collejas a las palabras, hay que
recordar que se contrae una enfermedad, no méritos; se incurre en un
error pero no en mal comportamiento; se perpetra un crimen, pero no
negocios; alguien está plagado de heridas, pero no de triunfos. No se
puede tachar de honesto a alguien ni tampoco se perpetra un accidente.
«Y al contrario pasa lo mismo: se atesoran cualidades, no desgracias; y
se celebra la victoria, no la muerte. No es correcto por tanto «celebrar el trigésimo aniversario de la muerte de Kennedy», subraya José Antonio Pascual.
http://www.abc.es/cultura/libros/20130201/abci-veinte-errores-vulgares-lengua-201301311854.html
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